Macbeth
Estrenado el 23 de octubre de 1998 · La Nave de Cambaleo
Sinopsis
Hacía más de un año que Teatro Meridional (Compañía hispano portuguesa) y Micomicón (compañía madrileña), venían coincidiendo y descubriendo similitudes en la forma de encarar el hecho y el espíritu teatral. Por otro lado, encontramos que también compartíamos el deseo de conocer formas diferentes de creación artística. De forma que la idea de intentar una coproducción surgió de manera natural y espontánea.
Macbeth fue el fruto del encuentro de estas dos compañías con Producciones Cachivache, empresa dedicada, fundamentalmente, a la labor de producción y distribución. Este Macbeth ibérico fue también una coproducción entre Portugal y España, y contó con apoyos del Ministerio da Cultura portugués y del Teatro Trindade de Lisboa.
Intérpretes
Filipe Duarte
Álvaro Lavín
Mariano Llorente
Inma Nieto
Jsé Luis Patiño
Manuela Pedroso
Oscar Sánchez Zafra
Ficha
Vestuario: Elisa Sanz
Escenografía: Tarlatana
Música Original: Juan Carlos Torres
Iluminación: Juan Ripoll
Traducción y versión: Julio Salvatierra
Dirección: Laila Ripoll Y Miguel Seabra
Producido por:
Producciones Micomicón
Meridional Teatro
Producciones Cachivache
Distribuido por
Producciones Cachivache / Eladio Sánchez
Fotografías
Fotos:
Daniel Alonso
Fotos:
(Desconocido)
Micomicón, Meridional y Macbeth
Por Julio Salvatierra
Una compañía llamada Micomicón...
me pide que os hable de ellos.
Y, realmente, me resulta fácil...
Porque hablar de Micomicón es hablar de orujo, pero del bueno, de
furgoneta, carretera y manta; es hablar de versos, prosas, músicas,
anécdotas, chistes, de historias, de silencios, de ratos buenos, y
malos, y de ratos estupendos; de Belisas y melindres y de aceros
madrileños donde los vi por vez primera; de principales teatros,
enormes, reputados, y de pequeños teatros, lamentables, descuidados: de
realidades y sueños: del tejido todo de la escena, de lo más alto a lo
más bajo; y de trabajo, largo y mucho, de trabajos agradables, de
enamorados trabajos, y de trabajos odiados.
Hablar de Micomicón es quedarse hasta tarde, en Lavapiés, en Cáceres o
en Almagro -frente a un conejo, pongamos, pues gastronomías compartidas
harían la lista muy larga- hablando de las cosas y los casos, teóricos y
pragmáticos; de las raíces del verso, de la forma de cortarlo,
trocearlo, reírlo, hacerlo vivo y sangrado; de cómo escribir textos
nuevos, comprometidos, cómicos, trágicos, profundos, leves, de la vida y
sus significados. Es hablar de nada de esto, si no de todo lo contrario;
es no hablar siempre de teatro.
Es hablar de Centroamérica, de sus gentes y milagros, de sus viajes,
amores, de los huracanes y pasmos. De políticas y guerras. De las luchas
que aún nos quedan, y las que les quedan a otros; de lo suyo y de lo
nuestro, y que debiera ser de todos. De la mujer. Y del hombre. De las
madres y los padres, los abuelos y los cambios, y ay dios mío, y lo que
queda... Y de cómo ser felices, qué demonios, que la vida, dicen, son
dos días, y los mesiánicos, otros.
Es hablar de una compañía que vive, cree y crea ese mundo en tablas:
cuerdo y loco, absurdo y desaforado, del teatro antiguo y nuevo, de
clásicos enamorados, de contemporáneos compromisos, mezcla de historias
de abuelos, del Quijote, de los rojos, de la guerra, de Franco,
Celestina, de la lucha contra el conservadurismo ciego, estúpido, torpe,
pacato.
Es hablar de buena gente, y ahí sin vuelta; y de buen teatro día a día,
digno siempre y siempre, siempre de teatro ilusionado, trabajado
siempre, no conforme consigo mismo, en sus propuestas arriesgado. Es
hablar de textos propios y de autoras, de hermosos sitios de ciudades y
atrabiliarios hermosos, resonantes, llenos de humor, y de amor, y de
ganas de cambio y de carne.
Es hablar de amigos, muchos, de los que están y han estado, pues es de
las pocas compañías que guardan los afectos aún con los que marcharon.
Laila, Mariano, José Luis, Yiyo, Juanillo, Manu, Juanjo, Encarna, Inma, Angel, Santos, Nuria, Pepa, Juan Carlos, La lagarta,
Tarlatana y muchos otros. Con quienes me consta que no sólo trabajaron.
Si no que mucho han hablado también, como yo ahora os hablo. Pues hablar
de Micomicón es hablar de qué significa hacer teatro, y la profesión, y
el afecto y la empresa; y siempre quedarse al final con la tranquila
conciencia, calor en el corazón, y proyectos por delante. Y si viene la
depresión, las dudas y el precipicio, aplícase igual receta, que otra no
hay, y es muy buena esa de antes.
Es hablar de gente abierta; de abrirse a la gente, de creer en el cruce
de fronteras. De fundar y apoyar asociaciones, de colaborar con ellas;
de la asociación de compañías de Madrid, por la cual nos conocimos, y en
la que, junto a otros pocos, muy pocos, practican el minoritario arte de
saber arrimar el hombro.
Es hablar de lanzarse juntos a un montaje, un Macbeth de inquieta
memoria, en el que vio la luz no sólo un espectáculo, si no una relación
también, parecida a la amistad, una admiración por un saber estar, y un
respeto sincero por gentes que se entregan por entero al trabajar...
En fin, ¿veis? Podría seguir diciendo otras muchas cosas. Hablar de
Micomicón es fácil. Así que un día lo haré: y os hablaré de esa
compañía, también llamada Mambrino-a-efectos-legales, vaya usted a saber
por qué... Pero será dentro de otros diez años, seguro, y brindaré
entonces también, como alegre brindo hoy con ellos. Y espero entonces
que, igual que ahora, nos veamos, en cualquier esquina, en Lavapiés, en
Cáceres o en Almagro... Vale.